Estrategia y táctica
Recordé este fabuloso poema de Mario Benedetti durante el Taller para Empresarios y Chidos one. La invitación decía: Are you a Vicepresident? Durante una de las conferencias el expositor preguntó al auditorio «¿Cuánto van a ganar este año?», el público –todos ejecutivos de alto nivel- se miraron unos a otros con aspecto de «Di tú primero» y luego con mirada de «¿Cómo se le ocurre preguntar a este cuate ESO?». Como decía mi amiga Caro «¡Mejor le digo mi talla que mi edad, y menos cuánto gano!».
«Una simple pregunta bien formulada puede cambiar el comportamiento de los actores económicos», no recuerdo quién dijo esa frase, si algún lector lo sabe, por favor diga que es mía.
La pregunta «¿Cuánto van a ganar este año?» provocó escozor, comezón, prurito, desazón, disgusto e irritación, desde el fondo del salón se escuchó: «No estamos acostumbrados a eso», un aventurero más reiteró: «Es algo que no se acostumbra preguntar», casi como decía Jovita «Si lo pisé fue bailando, pero no había intención, niño».
Entonces el expositor perfeccionó su argumento con un gancho al mentón: «Me refiero específicamente a ¿cuánto más van a ganar ustedes?, no la empresa en la que colaboran», coronó con un upper izquierdo.
Entonces los asistentes pusieron la misma cara que ponen cuando olvidan el celular en donde no deben, les llaman a casa para que lo pasen a recoger, el recado lo toma su mujer, y entonces sí ni el libro de los pretextos los salva…
En nuestra vida cotidiana existen varios factores para no preguntar «¿Cuánto van a ganar este año?», algunos que se mencionaron en la conferencia fueron:
- Por supuesto que después de la salud lo que quiero es trabajo, dijeron, el conferencista fue certero esta ocasión con el planteamiento: «¿Concibieron su futuro con base en los ingresos o con base en conservar su empleo?».
- Algunos dijeron que dentro del trabajo estaba, por supuesto, incluido el ingreso. El bienestar personal viene de tener más ingresos, no más trabajo, es producto de concretar la rentabilidad empresarial y luego la personal.
- Determinamos nuestro futuro en función de un objetivo de ventas y no de ingresos, algo por demás común en la industria de servicios.
Se me ocurre, porque como ustedes saben consejos no doy, más bien estoy para recibirlos, establecer muy bien que lo que reivindicas es en lo que alinearás tu mente y la pondrás a trabajar sobre ello; conozco a muchos pequeños empresarios que se concentran en las ventas porque la utilidad viene sola y esto no siempre es así. Conozco muchas empresas que premian por las ventas y no por la contribución a la utilidad, cuando lo cierto es que no siempre más ventas representan mayor utilidad.
Resuelto el primer punto (de hablar de ingresos, no de la edad de mi amiga Caro), el segundo paso que importa es el dinero con el que te quedas, no el que gastas; vuelven a mi mente dos populares frases de mi abuela: «Guarda un poco para después» y «No todo lo que recibas te lo comas, te lo bebas o te lo pongas». Esto implica definir claramente las metas personales y empresariales, ante la primera frase de mi abuela, plantéate cuánto dinero destinarás al ahorro, y ante la segunda frase, cuánto porcentaje de las utilidades se va a reinvertir (¿reinvertir les sonó como tormenta invernal en New York?).
Caro, mi amiga, dice que esto es «harto difícil» en los tiempos actuales, pues prefiere comprar un bolso para que sepan que le va bien, ya que se premia socialmente con la ostentación y el gasto, mas no con la inversión de utilidades y, por supuesto, con el ahorro personal.
Un tercer punto (que casi siempre va después del primero y el segundo), es tan obvio que no siempre se aplica, y es que una proporción del ingreso debe ser «tu guardadito», me dicen que la fórmula mágica es:
- Tu ingreso mensual durante 12 meses, por 10 años.
- Después, por medio de una fórmula matemática (que no entendí) a las tasas de interés actuales, tu familia conservará el nivel de vida que le das, y por supuesto te recordarán con mucho cariño, según dicen los libros de finanzas.
Porque un día ese dinero o guardadito lo puedes necesitar tal y como dice la última estrofa del poema de Benedetti que hoy da título a esta columna:
Mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.