De «nini» a emprendedor
Me dicen que hay dos sonrisas que duran solamente un día, la primera es la del día de la boda y la segunda es la del día de tu graduación.
Muchos de los chavos que están finalizando sus estudios se creen la historia de que estudiando mucho tendrán el trabajo de sus sueños que alguien creó para ellos y está esperándolos desde hace varios años.
En las ceremonias de egreso y fiestas de graduación se pueden escuchar diferentes expresiones de los familiares que acompañan al recién egresado, una típica es:
—¡Por fin!, ¡por fin terminó sus estudios! Es cierto, reprobó algunas veces… —dicen los pobres padres, tutores o colaboradores de pago de colegiaturas.
—Creo que sólo dos —dice la madre del graduado
—Pero cada semestre —dice la tía antipática y «quedada», de la cual todos tenemos una («quedada» pero no con la curiosidad, como decía Jovita cuando le preguntaban que por qué no había seguido su romance con el chofer del autobús).
Dejemos a Jovita y a los graduados para ir al día después, me refiero al día después de la graduación, y es que en muy poco tiempo, tanto los recién egresados como sus padres se dan cuenta que en los empleos a los que pueden aspirar, el salario equivale a menos de la mitad que lo que ellos pagaban de colegiatura.
La clave, en mi opinión, está en el hecho de que los graduados dejaron en manos de otros la creación de su trabajo, es decir, dejaron a otros el paquete más importante de su vida que es crear su propia actividad para que les remunere una cantidad de dinero no sólo suficiente para cubrir sus gastos básicos, sino considerable para satisfacer necesidades secundarias, e incluso las superfluas.
Salvo en contadas excepciones, las universidades te preparan para ocupar puestos directivos casi inmediatamente después de que recibes el título, es decir, lo menos que estás dispuesto a aceptar es un nivel abajo del Director General y lo que sucede es que sólo encuentras algo así como «Bienvenido a fuera de tu universidad.com», resulta que las cosas son diferentes en la vida real, es decir, para llegar al puesto que deseas y para el que te has preparado tantos años en la escuela, deberás pasar algunos años «pegando tabiques», como decía mi amigo Garcilaso (que es una muestra de infelicidad ambulante»), «Si de bonito se sufre, imagínate de feo».
Lo cierto es que existe un tabique que separa la sana autoconfianza de la insana arrogancia, antes de llegar ese lugar mágico por el que estuviste pagando colegiaturas, se me ocurre (sólo se me ocurre, porque yo consejos no doy, más bien estoy para recibirlos) que:
- Puedes comprar el paquete Emprendedor empedernido. Decídete a trabajar solo para ti, te propongo que estudies algunas posibilidades negocios en línea, parece que entre los favoritos están las franquicias, dependiendo de la inversión inicial puedes ser «Aprendiz de maistro». Las oportunidades son ilimitadas y las puedes encontrar en San Google bendito (antes era San Jorge Bendito).
- Busca oportunidades de financiamiento. Existen en distintas modalidades, puedes participar como socio o como deudor dentro del negocio, es decir, con personas que corren el mismo riesgo que tu o bien, que sólo les pagues un interés por el dinero que te prestaron.
- Tienes que realizar «cosas de humanos», como hacer llamadas, escribir correos electrónicos, deambular por las oficinas físicas y virtuales, visitar, visitar y visitar clientes, plantar semillas y luego entonces obtendrás frutos… Muy, pero muy importante es que los frutos hagan match con tus gastos, de lo contrario esta experiencia te sabrá más amarga que las tabletas de hiel de toro que venden en las boticas del centro de la ciudad.
Lo cierto es que existe un tabique que separa la sana autoconfianza de la insana arrogancia
Cerciórate que cuando vayas a contratar personas a tu cargo sean mejores en las actividades que aún no dominas, aquellas en las que simplemente no eres talentoso, para que al realizar su trabajo agreguen valor a tu utilidad. Explícales claramente qué esperas de ellos, así como la manera en que vas a medir su rendimiento, y sobre todo, la forma en que ellos pueden incrementar sus ingresos vía resultados sobresalientes.
El pensamiento directivo es un pensamiento diferente, si compraste el paquete de la independencia, la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando… No se te olvide lo que decía Picasso (aunque a mí nunca me lo contó) «Un pintor es un hombre que pinta lo que vende. Un artista, en cambio, es un hombre que vende lo que pinta».